viernes, 27 de julio de 2007

Adrian


Lo conozco hace más de quince años, y llevo uno sin verlo. Creo que su presencia hubiera evitado algunos problemas que suelen, justamente evitar, los buenos concejos de los buenos amigos. Seguramente que entre éstos hubiera estado el de enamorarme menos y pensar mas.

Adrian nunca fue un tipo de demostrar sentimientos y fue recien el año pasado, que me senté frente a él para hablar seriamente. Elegimos, por pura casualidad, aunque no lo creo tanto, el bar donde nos emborrachamos por primera vez y muy cerca tambien del sitio que olió nuestro primer cigarrillo a escondidas.
Los primeros segundos observé sus manos nerviosas, de uñas pequeñas cortadas a diente. Tenía ese vidrio roto en la mirada que sólo lo dan las despedidas. Pero llegué a la conclusión que su corazón pasaba aún, por un peor trámite.

Veinte segundos después, desacartoné ese momento, invitandolo:

- Cerveza no? -

Gesticuló afirmativamente.

Las botellas ganaron tiempo y llegaron antes que él pronunciase las dos primeras palabras.

- Me voy -

Lo miré como si lo supiera desde hacía tiempo. Yo sabía los motivos que lo llevaron a tomar esa decisión, pero me quedé en silencio como obligándolo a seguir confesando.

- Las cosas con la flaca están cada vez peor, vos sabes -

Afirme en voz baja, me llené de silencios, y me contagié de su enfermizo masticar de uñas durante un rato que pareció eterno. Supongo que habrá sido algún elegante caminar femenino que nos hizo volver a quebrar el aturdimiento interno.
Seguimos charlando un rato, hasta que la noche nos robó la conciencia.

Aún, me pregunto si en cada silencio que él hacía, me pedía a gritos que lo retenga...

Cuatro días después estábamos en el Aeropuerto.

1 comentario:

Cronopia dijo...

¿Y tu casa? ¿Y tus cosas? ¿Y tu vida? No, no quiero que te vayas. Dejame tu vida acá conmigo... que sin ella mi casa estará vacía.

Que duro es despedirse...